Esta modalidad se basa en realizar ejercicios que se adapten a los movimientos naturales del cuerpo. La idea es trabajar de forma global músculos y articulaciones en función de las características físicas de cada deportista.

Es un entrenamiento muy efectivo a nivel individual, pues ayuda a mejorar la movilidad corporal, el equilibrio, la agilidad, contribuye a una buena educación postural, fortalece la masa muscular, pero no en exceso, y consigue mantener el peso.

Atendiendo a una definición clásica, el entrenamiento funcional es aquel que se realiza con el propósito de resultar útil. En él se ponen en marcha movimientos y ejercicios que son naturales, funcionales, y la meta es mejorar la capacidad de movimiento tanto en el gimnasio como fuera del centro deportivo.

De este modo, forman parte de esta rutina de entrenamiento ejercicios como las sentadillas, los pesos muertos, los burpees, las dominadas, los saltos a la comba y las sesiones de arrastre, carga y aguante de grandes pesos. Como ves, se pueden utilizar elementos accesorios o cargar con el propio cuerpo.

Buena parte del éxito de esta práctica se debe a una de sus modalidades, el CrossTraining, que combina rutinas de ejercicios cortos de alta intensidad. Algunos de los ejercicios clásicos de este entrenamiento funcional explican muy bien en qué consiste su ejecución, como por ejemplo las sentadillas.

Los movimientos de ascenso y descenso del tren superior con las rodillas flexionadas activan varios grupos musculares: glúteos, core, cuádriceps, isquiotibiales, músculos de la espalda… Esto se traduce en flexibilidad en las caderas, aumento de la resistencia muscular, mejora de la postura corporal y otros beneficios.

El resumen del entrenamiento funcional es que incluye ejercicios cortos y de intensidad gradual donde se trabajan los grupos musculares en cadena. No está pensado para potenciar un músculo en concreto, sino para obtener beneficios globales en todo el organismo.

Esta modalidad atlética sirve para impulsar una mejora estética en la figura, una definición muscular suficiente, pero sin llegar a la hipertrofia. La clave es buscar el trabajo muscular mediante la imitación de movimientos cotidianos y quedarse exclusivamente con los ejercicios que involucren a distintas partes del cuerpo.

Su práctica es una buena fórmula para combinar en una misma modalidad el esfuerzo cardiovascular y el entrenamiento de fuerza. Cuando se realiza de manera correcta, asegura una mejora global del organismo, de todos los grupos musculares, y asegura seguir queriendo ganar en intensidad.

El entrenamiento funcional es también una buena forma de sumarse a los esfuerzos progresivos, pero para ello es aconsejable ponerse en manos de un entrenador o un coach, que irá adaptando los ejercicios al nivel de cada deportista.

Los beneficios de este tipo de entrenamiento son muy variados. El más visible es el fortalecimiento de la masa muscular a nivel global. No es una modalidad que trabaje grupos musculares aislados, sino que se compone de ejercicios que refuerzan cadenas musculares completas.

Esto promueve una mayor flexibilidad y agilidad, así como una mejora en la postura corporal. Los dolores de espalda se reducen casi por completo. Por otra parte, es un tipo de acondicionamiento físico que elimina grasa y ofrece resultados muy interesantes en cuanto al aspecto estético si se combina con dieta saludable y equilibrada.

Esto implica una percepción más agradable para el deportista, mayor autoestima, y una optimización en el rendimiento deportivo. El entrenamiento funcional es muy apropiado para personas que practican algún otro deporte como running, tenis, natación, fútbol o baloncesto, por su capacidad de integrar ejercicios completos.